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viernes, 24 de abril de 2015

¿Que cambies tú o que cambie yo?

La vida de cada uno está rodeada de situaciones y circunstancias que componen lo cotidiano, lo que llamamos el diario vivir. Cada situación o circunstancia hace parte de la vida y es lo que compartimos con los demás.

Nadie vive lo suficientemente solo como para decir que sus acciones o vivencias no afecten a los demás, o que sus actos son solo su responsabilidad por lo tanto los demás que se arreglen.

Muy por el contrario, todos somos parte de una sociedad, de un ámbito de vida, de un lugar que ocupamos y compartimos y que denominamos mundo.

Y todos, absolutamente todos, somos beneficiarios o somos perjudicados con el actuar de los demás, así como los demás son beneficiados o perjudicados con mi propio actuar.

Por lo tanto, si volvemos al título de esta reflexión ¿Quién es el que tiene que cambiar? La respuesta es muy fácil ¡Todos! Tanto yo como los demás y tanto los demás como yo.

Pero si le agregamos a esta pregunta la variante de que estamos hablando, en lo personal, de que tengo una experiencia del amor de Dios, que me digo cristiano, que soy seguidor de Cristo, que conozco la Palabra, que discierno su voluntad, entonces la obligación de cambio, sin lugar a dudas es mio. Yo debo cambiar

Y esto es lo que nos frena en el camino del seguimiento de Cristo, esto es lo que muchas veces falla en el testimonio, esta es una de las piedras de tropiezo. Como dijo Jesús "Es más fácil ver el error ajeno que ver nuestros propios errores", entonces en consecuencia, todos exigimos que los demás cambien. Jesús también dijo que "no se le pueden pedir peras al olmo" pero es muy obvio que a un árbol de peras sí se le pueden pedir. Entonces, si yo me digo cristianos debo dar frutos de cristiandad y uno de los frutos es un verdadero cambio de conversión.
A los demás, o a aquellos que no conocen a Dios, primero hay que procurarles un encuentro con El para que puedan cambiar. Pero a un cristiano que dice serlo y no se cansa de proclamar que lo es, no solo se le puede pedir un cambio sino que se le debe exigir que cambie.

La vida es simple y el seguimiento a Cristo lo es también, las respuestas son sencillas, solo hay que estar dispuestos. Amén




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