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lunes, 17 de noviembre de 2014

¿QUÉ ES ORAR? Extracto de mi Libro "VIGILEN Y OREN" (Ivana Garramone)

¿QUÉ ES ORAR?

Es una muy buena pregunta para hacernos a diario, y cada día iremos encontrando nuevas respuestas, porque al cuestionarnos iremos viendo que la mejor forma de saber, de aprender sobre la oración es simplemente experimentándola.

Hay muchas definiciones, o mejor dicho, muchas formas distintas de definir la oración pero comprometidas con la misma esencia y enseñanza, distintas palabras pero la misma verdad, por lo tanto, la definición muchas veces también dependerá de la experiencia que cada uno tenga de la oración.

Según el diccionario, la palabra oración proviene del  latín: oratio. El concepto de oración tiene diversos usos. En la gramática, este término se refiere a la palabra o al conjunto de palabras con autonomía sintáctica. Esto quiere decir que se trata de una unidad de sentido que expresa una coherencia gramatical completa. La oración es el constituyente sintáctico más pequeño posible que puede expresar una proposición lógica.
¿Complicado? Para nada. Simplemente oración según esta definición nos dice que son palabras que se usan para expresar algo y que no determina a la oración las pocas o muchas palabras utilizadas. Nos dice la definición que una sola palabra puede ser una oración, así como un conjunto de palabras también pueden serlo.
Nos dice también: En otro sentido, una oración es una súplica, un ruego o una alabanza que se hace a Dios o a los santos. La oración puede formar parte de un rito de la religión, como en el caso de la Misa.
Podemos comenzar a vislumbrar que la oración es algo que se dice, es una expresión, es una o muchas palabras que salen de nuestro ser para comunicar algo, y que puede ser que alguien lo exprese solo o puede ser también que lo haga entre muchos, como parte de un rito o de un compartir.

El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 2564, nos dice : “La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo. Es acción de Dios y del hombre; brota del Espíritu Santo y de nosotros, dirigida por completo al Padre, en unión con la voluntad humana del Hijo de Dios hecho hombre”.

Cuando empezamos a ahondar en el concepto que a nosotros nos interesa nos vamos dando cuenta de que la oración no es un simple concepto gramatical, sino que va más allá de una simple definición, nos compromete la vida. Y el compromiso es tal que no solo es expresar palabras, decir palabras, sino que marca una Alianza, un pacto, un deber, una responsabilidad, una tarea necesaria entre nosotros y Dios. Por lo que podemos, entonces, ir dejando en claro que la oración verdaderamente importante es la que está dirigida a Dios, la que se usa para comunicarse con Dios, la que responde a Dios, la que le da participación a Dios. La oración es la palabra o el cúmulo de palabras que está orientada a Dios, buscando intensamente entablar un diálogo con Él, y de corazón a corazón.

Y los santos, nuestros hermanos que nos han dejado mucha enseñanza con sus vidas, también pueden ayudarnos a ver con claridad lo que ellos experimentaron de la oración y que los llevó a poder dar una definición:

“Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría (Santa Teresa del Niño Jesús )

“La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes”(San Juan Damasceno )

“La oración es tratar a solas con quien sabemos que nos ama” (Santa Teresa de Ávila)

“La oración es una escucha en profundo silencio de lo que habla Dios, el Señor” (San Juan de la cruz)

“Mi secreto es de lo más simple. Rezo y a través de mi oración me convierto en alguien que ama a Cristo, y veo que rezarle es amarlo y eso significa cumplir con su palabra” (Madre Teresa de Calcuta)

Y así, muchas definiciones, salidas de las más preciosas experiencias, que ahora nos ayudan a nosotros a identificarnos con esta realidad, que por nada del mundo debería estar ausente o relegada en nuestra vida.

Orar es, por lo tanto, el uso de palabras para comunicarnos con Dios. Entrar en contacto con Él. Dialogar. Expresarnos en su presencia. Tratar de amistad, es decir, hablar con Dios como con un amigo. Hablar con Dios como con una persona que está cerca, que me escucha, que me presta toda su atención, que me entiende y comprende muy bien lo que le estoy diciendo. Orar es entablar una buena relación con Dios, es cumplir con el compromiso de que Dios sea alguien en mi vida, de hacerlo cercano, de dejarlo que me conozca y eso se da en una charla cotidiana y tendida, en un buen rato de compartir.

La oración, bien podemos decir y sin temor al error, es el oxigeno de nuestra alma. Nuestro interior está habitado por Dios y ese estar del Señor en nosotros exige atención, entonces la oración viene en nuestro auxilio para que ese don tan precioso que tenemos dentro nuestro empiece a tener sentido, para que empecemos a tomar conciencia, para que disfrutemos de esa vida celestial que llevamos dentro, para que no andemos buscando perdidamente afuera lo que tan pronto podemos encontrar adentro.

Orar no es perder tiempo, orar es ganarlo. Detenerse a charlar con Dios es lo mejor que podemos hacer, es la manera más propia de cuidar nuestra alma, es la forma mas precisa de crecer para la gloria de Dios, es la manera mas rápida para sanar heridas espirituales, es la forma más acertada de conocer la voluntad de Dios. La oración es el Templo del encuentro, y todos, necesariamente todos, debemos ir a ese lugar a abrazar a Dios y a dejarnos abrazar con Él.

Jesús, en Mateo 6, 6 nos dice: “Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Nos habla de retirarnos a nuestra habitación, y tal vez muchos podemos decir “pero yo no tengo una habitación propia” “yo no tengo mi espacio personal”; pero acá podemos ver que la invitación de Dios no es solamente a un espacio apartado, sino que habla de orar en “tu habitación” y ese lugar sí es tu espacio, es de tu propiedad, es tuyo y solo tuyo. Ese lugar es especialmente personal, porque ese lugar es allí, precisamente allí donde habita Él, el templo de su Espíritu, tu ser, tu corazón. Allí es donde Dios nos invita a orar, en nuestro interior, ir al encuentro de Él. Allí donde personalmente cada uno puede tener esa charla con Dios sin que nadie interrumpa, sin que nadie se meta, sin que nadie diga como o cuando. Esa intimidad con Dios la podemos y la debemos tener todos y cada día de nuestra vida, porque es allí donde Dios nos espera para hablar.    

La oración no es un montón de palabras que salen de nosotros dirigidas al viento o a la lluvia, no es un poema de enamorados que andan llorando por su amado que no saben donde está, lo bueno de la oración es que va dirigida específicamente a Dios y es EL quien nos escucha y es EL quien nos responde.
Ojalá pudiéramos tomar conciencia de que, pobres criaturas como nosotros, podemos entablar un diálogo con una persona tan Grande, Infinita, Eterna, Poderosa y todos los demás atributos de Dios. Y ojalá también, pudiéramos darnos cuenta que muchas veces nos desvivimos por poder tener una comunicación con alguien que de repente, como humano, puede hacer algo por nosotros, y descuidamos a Aquel que en realidad no solo puede hacer algo por nosotros sino que puede HACERLO TODO.


En resumen, orar es hablar con Dios, dialogar con El, entablar una comunicación que nos hace bien, que nos impulsa, nos libera, nos sana y nos hace crecer. Orar es ir al encuentro de Dios, conocerlo, saber de sus pensamientos y descubrir los planes que tiene para nuestra vida. Es disfrutar de saber que el que nos escucha no es uno como nosotros sino que es el Señor.

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