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sábado, 22 de noviembre de 2014

PASTORES CON FUNDAMENTO - Extracto de mi Libro "MANUAL DEL PASTOR EN EL PUEBLO DE DIOS" Ivana Garramone

UN VERDADERO PASTOR EN EL REBAÑO DE DIOS


Para servir a Dios y a los hermanos en la Iglesia, en los grupos, o en cualquier ministerio que se nos convoque, siempre debemos y necesitamos tener en cuenta para lo que fuimos llamados y por quien hemos sido llamados. A esto se le llama fundamento o cimiento del servicio, madurez en la respuesta, y fecundidad para la gloria de Dios.


La Iglesia es jerárquica y así la instituyó Jesús, así Dios la quiere y así Dios la ordena. Y cada uno de los roles jerárquicos existen en la Iglesia para mostrar el camino, para ayudar a los hermanos, para mantenernos organizados y para ejercer la autoridad y manifestar la obediencia. Y gracias a que somos una Iglesia jerárquica tenemos unidad de criterios, una misma fe, un solo Bautismo y un mismo Dios y Padre, y contamos con la certeza de ir por el buen camino bajo las directivas y enseñanzas, que la Iglesia Madre, nos brinda.


En otro grado y sin jerarquía institucional, como la expresada anteriormente y compuesta por el Santo Padre, Obispos, Sacerdotes, y diáconos, también el Señor va formando comunidades, para que cada uno pueda vivir a lo que EL mismo lo convoca, según un carisma de fundación. Por eso lo Iglesia es comunidad de comunidades.

Y en esas comunidades también pide un orden, lo hace de manera organizada para que se mantenga la comunión, la autoridad desde EL y la obediencia. Este orden permite que todos caminemos por el mismo camino y la posibilidad de desviarse sea casi nula, por eso Dios, en su preciosa e infinita inteligencia, siempre ha querido comunidades ordenadas bajo una autoridad.


Y, como Dios nunca deja de obrar y le gusta mantener a sus hijos en un orden nacido de su corazón, dentro de las comunidades también elige y regala el don del pastoreo, poniendo al frente de grupos, a un hermano dedicado a cuidar a sus hermanos. Y el fundamento del pastoreo es este: Dios sabe que los seres humanos necesitamos un guía, sabe que a veces solos no sabemos discernir, por lo tanto, elige a uno para que mantenga la unidad y el camino correcto.

Dios elige un pastor porque así lo quiere, no es por un buen o perfecto curriculum que un pastor llega a su cargo, sino que es porque Dios es amor y con ese amor cuida a todos y cada uno.
Por eso, el pastor, antes de ponerse a pensar que fue elegido porque es el dueño de todas las virtudes, ha de ponerse a pensar que la gratuidad, el amor infinito y la sabiduría de Dios, lo ha considerado digno de servirlo en su presencia.

La elección que Dios hace es porque Dios quiere, Dios no elige porque se lo soborne o porque ha visto tantas cosas buenas en una persona que le dan pautas de elección, Dios elige para cumplir una misión, a cualquiera, porque ama. Lo que si es real, muy verdadero y digno de confianza, es que Dios capacita a quien elige. Lo capacita y lo prepara con su unción para que pueda cumplir con lo que EL le pide.


Entonces, al ser elegidos para pastorear siempre ha de tenerse en cuenta que Dios me ha dado ese rol, que no es por merecimiento, sino por elección de Dios. Y cuando nuestros motivos son los correctos, este trabajo produce dividendos eternos.


Pero en muchas culturas de hoy, donde el pastoreo cristiano conduce al prestigio y privilegio, la gente aspira al liderazgo por razones totalmente indignas y egoístas. Muchas veces el rol del pastor se resume a sanar heridas de autoestima baja, de complejos de inferioridad, que van degradando el servicio y dando una imagen errónea de lo que en realidad Dios pretende al poner a un hijo suyo al frente de los demás. No es un lugar donde buscar aplausos o servilismo, al contrario, el lugar del pastor es donde brindar aplausos a sus hermanos cuando empiezan a caminar con seguridad ayudados por él y donde el servicio mayor que puede brindar es el amor acompañado de la paciencia para entenderlos y ayudarlos.


El deseo de ser grande no es malo, la motivación es lo que determina el carácter de la ambición. Todos los cristianos somos llamados a desarrollar talentos que Dios nos ha dado, a sacar el máximo provecho de nuestras vidas, a desarrollar al máximo las capacidades que Dios nos ha dado. Pero Jesús enseñó que la ambición que se centra en el ego es mala.
La ambición del pastor debe ser “servir en perfección”, crecer a la medida de Dios, vivir en santidad, acrecentar los dones y carismas que Dios le regala. La ambición del pastor es y debe ser siempre hacer la voluntad de Dios.

El pastor no puede centrarse en él mismo, si así lo hace llevará a sus hermanos a un seguimiento humano, logrará que lo sigan ¡Si! Pero a él, no a Dios. Y el pastor está en su rol para que los demás puedan seguir a Dios en sus planes amorosos.

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