Buscar este blog

sábado, 22 de noviembre de 2014

¿PARA QUÉ ORAR? Extracto de mi Libro "OREN Y VIGILEN" Ivana Garramone

¿PARA QUÉ ORAR?

Imperativamente necesaria para la vida es la oración. Es un ejercicio urgente a ser practicado para mantener vivo el espíritu, atenta el alma y fuerte el cuerpo.

Quien ora bien vive bien, más quien dedica tiempo a la oración cuenta con un tiempo extra de vida plena, ya que el encuentro con Dios nos suministra una experiencia de su Ser, de su amor y de sus Gracias derramadas en ese momento y a lo largo de nuestra vida.

La oración es una necesidad del alma tanto como el oxígeno lo es para vivir humanamente. Podemos decir que la oxigenación de nuestro interior se llama oración y que el proceso que conlleva esa oxigenación es el tiempo que le dedicamos a estar con Dios.

Es imperioso que tomemos conciencia de que la oración debe ser parte importante en nuestra vida, no podemos vivir si no oramos, mejor dicho, no podemos vivir la voluntad de Dios si no oramos. En la oración encontramos las respuestas a los interrogantes de nuestra cotidianidad, y encontramos la razón de nuestros cambios y crecimientos para la vida de Dios.
Quien no ora difícilmente podrá tener una verdadera conversión.

Motivo esencial del porque debemos orar es la conversión. El cambio de actitudes, de formas, el cambio de ser y de ver las cosas, el cambio radical de vida se genera a partir del encuentro con Dios. Todos tenemos un momento de la vida que ha marcado un antes y un después, y ese alto fue el momento preciso donde Dios comienza a revelarse, a darse a conocer y tenemos nuestro encuentro personal. Este encuentro pudo haber sido un retiro espiritual, una catequesis, una enfermedad, una situación difícil de sobrellevar, una persona que nos habló. Son muchas las formas en las que Dios propicia un encuentro con nosotros y hace que nuestra vida cambie para su gloria.
La oración hace, entonces, que cada día nosotros propiciemos ese nuevo encuentro con EL, para que nos siga cambiando, alimentando y haciéndonos ver lo lindo de su vida incorporada en nosotros. El primer encuentro lo propicia el Señor, los demás dependen de nuestra necesidad de estar con EL y buscar las formas de mantenernos en una oración continua y en un espacio de oración diario.

Es necesario orar para que la voluntad de Dios se revele en nosotros, para saber discernir lo que Dios quiere, para poder tomar buenas decisiones, para que nuestra vida encuentre el rumbo, para que los planes y promesas de Dios se cumplan.
Pero si no nos detenemos, si no vamos a la fuente, si no oramos será muy complicado saber discernir y actuar en consecuencia.

Muchas veces hemos dicho y también hemos escuchado “no se lo que Dios quiere de mi”. Esa pregunta seguirá sin respuesta hasta que nosotros tomemos el hábito de orar, de hablar con Dios, de ir preguntándole lo que espera, lo que quiere y pidiéndole las capacidades para responder.
No podemos amar lo que no conocemos, no podemos vivir lo que no sabemos, no podemos responder si no nos sentimos llamados, es decir, nadie puede hacer nada si no sabe. Ir al encuentro con Dios en la oración es una forma de disipar la ignorancia y recibir luz.

Orar es necesario para poder confrontar nuestra vida con la vida de Dios, es la única forma donde podemos estar cara a cara con el Señor, con nuestro yo al descubierto, y dejarnos moldear por EL, dejarlo que restaure su imagen y semejanza en nosotros. Cada momento de oración es como entrar a un Spa espiritual, donde el Señor te renueva, saca las impurezas y te deja preparado para una nueva jornada en su presencia.

La oración nos deja al descubierto delante del Señor, pero no de una manera acusadora, sino de la mejor forma, de la manera constructiva, de la manera que nos hace crecer, de la manera que nos da la oportunidad de ser cada día mejores y de una manera especial de vigilancia.
La oración nos ayuda a estar vigilantes con nuestro interior, nos ayuda a ejercer esa delicadeza de conciencia porque nos vamos dando cuenta que al estar delante del Señor, junto al Señor, encontrándonos con nuestro Papá, no podemos negar lo que somos, lo que nos falta y lo que deseamos, por lo que nuestra conciencia se va formando día a día, momento a momento en su presencia. Y es la mejor formación, porque la enseña Dios mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario