Buscar este blog

miércoles, 25 de junio de 2014

"POR SUS FRUTOS SERÁN RECONOCIDOS"

Jesús dijo a sus discípulos: 
Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 
Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? 
Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. 
Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. 
Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. 
Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán. 

Como nos dice el Señor, es imposible que un árbol malo produzca frutos buenos asi como un árbol bueno es imposible que produzca frutos malos. Y es muy obvio que el árbol se reconoce por sus frutos y en este detalle me quiero detener.

Detalle que contiene una gran amplitud de consideraciones: 

1. ¿Tengo identificados en mi vida los frutos que estoy dando? ¿Soy árbol bueno? ¿Soy árbol malo? ¿Cuál es mi identidad real? ¿Qué hay dentro de mi que se exterioriza?
Cada uno de nosotros somos ese árbol que Dios ha pensado desde toda la eternidad, pero también, cada uno de nosotros, gozamos de libertad para elegir, para hacer opciones, y para transformar esa sabia santa que por dentro nos inunda y fluye en algo más, simplemente en algo más.
Esto significa que, cuando el ser humano deja de tener conciencia de que la Gracia de Dios es necesaria, que Dios habita en nuestro interior y que somos Templos donde EL habita, en ese momento el árbol de vida que debería dar frutos buenos se transforma en un árbol estéril, en un árbol que no fructifica, en un árbol que no tiene raíces profundas.
Sin Dios no podemos fructificar en amor, en paz, en armonía, en fraternidad, en todas las cosas buenas que solo vienen de Él. Con Dios es cuando damos frutos abundantes que nuestros hermanos pueden disfrutar.
Hay veces que creemos que estamos dando los mejores frutos, pero porque nos estamos cegando en nosotros mismos y la soberbia nos ilustra una realidad inexistente y es ahí cuando comenzamos a preguntarnos ¿Por qué nadie ve lo que hago? ¿Por qué nadie valora lo que aporto? 

2. ¿Qué frutos estamos identificando? Se nos hace muy fácil identificar los frutos de los demás, pero a veces nuestros propios frutos no logramos saberlos. Muchas veces somos capaces de hacer una lista de defectos de nuestros hermanos, así como una lista de virtudes de ellos, pero nos cuesta identificar lo malo y lo bueno que tenemos. Muchas veces esperamos que los demás nos digan nuestros frutos, siendo que nosotros deberíamos saber examinarnos a nosotros mismos. Si bien la palabra dice que por nuestros frutos nos conocerán, si nosotros no conocemos nuestros frutos no podremos mejorar, en el caso que estemos dando frutos malos. Saber mirar nuestro interior es muy favorable para el crecimiento personal y espiritual, ser consciente de lo no tan bueno que tenemos es un paso grande para adelantar en nuestra lucha por la santidad. 
Y tener muy en cuenta que cada árbol debe saber que frutos está dando, no mirar tanto si el de al lado está dando uvas o manzanas, sino mejor ocuparnos si estamos dando el fruto correcto en nuestra vida. Ocuparnos de lo que nos corresponde personalmente para que así "nos reconozcan por nuestros frutos"

3. ¿Estoy conforme con mis frutos? No se me ocurre una árbol de manzanas queriendo dar higos, pero a los humanos nos sucede. Deseamos dar los frutos que da fulanito y nos perdemos de perfeccionar nuestra cosecha. A mi, a ti, a cada uno nos conocerán por NUESTROS frutos, no por el deseo de dar los frutos de mi hermano. Es interesante que nos empecemos a aceptar, dejar la envidia de lado y fructificar para la gloria de Dios, porque el reconocimiento no solo es del mundo, sino que Dios mismo nos tiene que reconocer por nuestros frutos. Si nos hizo manzanas, pues, manzanas espera de nosotros el Señor. Como nos dice San Pablo: unos son apóstoles, otros enseñan, otros sanan, pero todos lo hacen movidos por un mismo Espíritu y para la edificación de todos. Tengamos bien presente que el fruto que Dios espera de nosotros es de acuerdo a los dones con los cuales nos haya capacitado a cada uno. Amén

No hay comentarios:

Publicar un comentario