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jueves, 24 de octubre de 2013

LA DESIDIA

“Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Lc.17, 10)

La verdad de nuestra vida es hacer lo que tenemos que hacer. Hacer lo que nos corresponde. Cumplir con nuestras obligaciones y compromisos y todo esto sin esperar recompensa. 
No podemos medir nuestro compromiso o responsabilidad por los gestos de gratitud que recibamos, ya que no es necesario que se nos agradezca o alabe o ensalce por haber hecho simplemente lo que nos corresponde. Ni siquiera debemos pretender que se nos tenga en cuenta un acto realizado, aunque favoreciendo a muchos, si este acto es en cumplimiento de nuestro deber.  
Y lo que nos corresponde hacer, tanto sea por derecho como por obligación, es parte de nuestra vida y merece ser realizado en la excelencia. Humanamente excelente, cristianamente en la perfección de Dios, para EL y por EL.
Esta realidad es la que muchas veces nos provoca, equivocadamente, la enfermedad espiritual de la Desidia y ¿Por qué? Porque perdemos la visión de que lo que tengo que hacer lo tengo que hacer bien, responsable y comprometidamente, y sin esperar nada a cambio.
Cuando en la vida cotidiana nos detenemos en esto, entonces toma su lugar la Desidia. Así como cuando le dejamos lugar al enemigo, cuando nos descuidamos en la vigilancia, cuando perdemos la atención, va ganando terreno; así sucede con nuestra alma cuando no fijamos la mirada donde corresponde y empezamos a mirar alrededor nuestro.
¿Qué es la Desidia? Es una palabra que proviene del latín y que se refiere a la Negligencia o la Inercia. Por lo tanto, podemos decir, que está asociada también a la falta de cuidado o aplicación. Y peor aún, la desidia está hermanada con la apatía. 
Podemos compararla con la dejadez,la indolencia, el desgano, el desinterés. Y muchas otras tantas formas de definir esta simple palabra que tanto daña nuestro ser cristiano y comprometidos hijos de Dios.
Cuando perdemos de vista que nuestros actos, compromisos, obligaciones, decisiones, o como se los quiera llamar, es parte de nuestra vida, es parte de lo que somos, y por lo tanto, es parte también de lo que tenemos que hacer para ir conformando una vida útil y a la medida de Dios, es cuando nos desanimamos, nos decaemos y perdemos el gusto por el plan de Dios para cada uno.
Empieza por gustarnos lo que el otro hace, empiezan las comparaciones, van cobrando vida los celos y las envidias, y nos vamos decayendo en el fervor. Y todo ¿Por qué? Porque nos quedamos esperando el reconocimiento por lo que hicimos.
Desencantarnos de nuestros compromisos con el Señor es lo peor que nos puede suceder, al contrario, debemos trabajar y esforzarnos, acompañados por el poder y el amor del Santo Espíritu, para que todo nuestro obrar sea conforme a lo que Dios quiere para mi y valorar lo que EL ha puesto en mis manos para que lo disfrute, lo cumpla y lo comparta.
pidámosle al Señor que nunca se apague en nosotros la llama del amor, la llama de la esperanza y la llama de la fe, para que podamos agradarle con nuestros actos y glorificarlo con nuestro servicio. Amén



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